El
maltrato familiar o violencia de género que afecta a la comunidad del
barrio es entendida como un problema social de víctimas y agresores,
que reside normalmente en los hombres por mantener el “orden de género” y poder
social, afectando principalmente a las mujeres por el simple hecho de
serlo, estos hombres maltratan en la mayoría de los casos a las mujeres
que escogen como pareja y ejerce todo tipo de violencia tanto
físico, psicológica y moral, para hacer que su pareja cumpla sus
expectativas y deseos logrando total sumisión de parte de ella.
Es
importante resaltar que las mujeres no escogen relacionarse con hombres que
después serán sus agresores, este tipo de violencia se considera un ciclo
de violencia que toma fuerza con el transcurrir del tiempo llegando hasta
el punto de convertirse en agresión verbal, o física, abuso sexual y
emocional finamente es este efecto traumático el que hace que las mujeres
terminen callando como lo puede ser el caso de las mujeres del barrio.
Así
mismo la sobreexposición a un fenómeno causa su normalización y en ésta
comunidad es evidente que existe una normalización, puesto que las mujeres ya
sea por desconocimiento o por tolerancia, las mujeres de la Yabita no asumen
que el maltrato o el habla en mala forma constituyen tipos de violencia verbal
o psicológica y solo reconocen las manifestaciones de violencia física; además expresaron la conformidad de algunas
de ellas al ser violentadas y la posición de que: las demás personas no tienen que meterse en mis asuntos (Pérez,
2014).
La
violencia familiar del barrio es una cosante hacia las madres en el hogar
ya que predomina el maltrato físico, verbal, y emocional hacia
ellas y sus hijos.
La
representación femenina en el barrio “la Yabita” es de un 50.47% a diferencia
de la masculina con un 49.53%, y aunque es mayor el porcentaje de
mujeres, son los hombres los encargados de llevar el sustento a su
casa, mientras ellas se quedan en el hogar cuidando a sus hijos.
Las
causas de este problema derivan de la pobreza en la que vive el barrio, y los
pocos recursos laborales con los que cuentan los hombres cabeza de hogar,
además de los bajos niveles de educación que no permiten que puedan tener
empleos óptimos. Se podría decir que al ser un sitio de personas
vulneradas sus afectaciones hacen que los problemas sean de mayor poder.
Comúnmente
son las mujeres y los niños los que más sufren la violencia doméstica al ser el
hombre el que mayormente ejerce este tipo de maltrato hacia los miembros de un
hogar. Esta situación genera un desequilibrio de poder, desde el más fuete
hacia el más débil, situación que conlleva a daños psicológicos graves en los
niños que evidencian el maltrato del padre hacia la madre, repercutiendo de tal
manera que los llevan a volverse violentos y agresivos tanto con sus
propios hermanos y familiares hasta con las personas que los rodean.
Se
considera importante intervenir en esta problemática de la violencia
intrafamiliar porque la base de la sociedad es la familia, Según (Lorente y
Lorente, 1998). La familia como institución se ha considerado, históricamente,
un ámbito privado donde el comportamiento de sus miembros se sitúa fuera del
control social. Las creencias y mitos culturales asociados al sistema
patriarcal han legitimado desde tiempos remotos el poder y la dominación del
marido hacia la mujer y los hijos, despojando a estos de todo derecho legal.
Tanto la mujer como sus hijos carecían de individualidad, absorbidos por la del
hombre cabeza de familia, a cargo de quien legalmente estaban y que tenía
plenos derechos para usar las medidas que creyera convenientes para mantener el
control sobre ellos.
Entonces
podríamos pensar si no se interviene en familias agredidas tanto física, moral
y psicológica estaríamos enfrentándonos en un futuro a personas con las cuales
no se podía convivir ya que la agresividad estaría presente en todas las
relaciones y por lo tanto nos enfrentaríamos a un problema que implicaría toda
una sociedad.
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